savia que ya es serrín
hojas que huyeron muertas
nicho que fué jardín.
Porque me estás matando…
a cada golpe, a cada insulto,
una lágrima se escapa de mi vida
y vuela,
desde las entrañas del silencio,
para caer en tierra yerma.
Tal vez no ves que me está doliendo
y sigues,
desasido de la razón que te trajo a mi mundo
con risas y juegos de verano,
en lo profundo de un atardecer
sanguinolento
que, encarnado de violencia,
se escondía entre dos nubes
para ver nacer la luna.
Acaso,
porque tratando de encontrar respuesta
a tu delirio,
deba sentirme elogiado por saberte
de mi lado,
aunque sólo sea para destruirme.
No prometerte nada,
sin falsas esperanzas,
llegando a ti desnudo
y nunca darte el fruto de mi alma
que llevarte a la boca
y sentir entre tus brazos
el fresco aroma de la felicidad.
Quizás no ves que sigo
aquí de pié y sin arrugarme,
a la espera de la nostalgia
que arranque un soplo de recuerdo
a tu memoria
y detenga el martirio de tu ignorancia
y el hacha de tu venganza.
Tres golpes más
Y tres insultos
Y tres delitos
Y tres palabras
Adiós
Adiós
Adiós
Porque ya me has matado…
y tu única razón no la he encontrado.
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