martes, 1 de julio de 2014

La carta

La experiencia es la enfermedad que no perdona el envite de la vida, por si lo olvidamos, siempre hay alguien que logra truncar nuestra felicidad con sólo unas palabras.

Sentado en su humilde sillón, situado en el centro exacto de la pequeña salita en la que siempre se encerraba para intentar leer. Una ventana sin vistas a la diestra y el rincón del olvido a la siniestra. En su mano izquierda, apenas suspendida por un extremo, yacía una sencilla carta.

Llevaba puestas sus pequeñas gafas de patillas cedidas por el tiempo. El lento traqueteo de su mirada a través de las palabras indicaba que nunca había recibido una educación elemental, y por eso dedicaba horas a leer una simple frase.

"Estimado/a Sr. /Srta.:

Nos ponemos en contacto con Vd. para informarle que hemos considerado su candidatura interesante..."

Tal vez, la quebradiza ilusión de un hombre como él, gracias únicamente al apoyo que suponen estas palabras, pueda tomar aliento y sentirse firme ante los retos que le esperan en su ya imaginada nueva vida.

A sus 54 años, se había encontrado en el paro debido a una de esas circunstancias, ajenas a la dirección de la empresa para la que trabajaba, que había implicado el despido de unos cuantos peones prescindibles, y de esto hacía ya año y medio de colas en el INEM, entrevistas y anuncios por palabras.

"...no obstante, sentimos comunicarle que el puesto al que optaba ya ha sido cubierto..."

Un jarro de agua fría, uno más, ya el último, nadie es capaz de soportar tanta presión en un despiadado mundo que te lleva a toda velocidad de una ventanilla a otra, de un anónimo funcionario a otro, de un quebradero de cabeza a otro y, entre tanto, esperando en las incesantes colas de desconocidos, todos siempre más jóvenes, más simpáticos, más preparados.

Las palabras continuaban su frenético destino, sin embargo, la vista de Pedro había dejado de caminar por un sendero de tinta que ya nada significaba para él. Todo su futuro se había ido al garete con sólo una sencilla misiva, una respuesta negativa, un frío y poco original recurso tantas y tantas veces utilizado por las empresas.
"...por un aspirante que se ajustaba más a nuestros criterios de selección."

En el borde de sus desajustadas gafas, una seca mancha de un inquieto río que se había desbordado unas horas antes. En su mano izquierda, la maldita epístola culpable de hallar en el rincón del olvido la única herencia de su padre, muda e inerte en su mano derecha pero que, poco antes, descargaba su violenta frustración contra la sien deprimida de Pedro, como la respuesta final a su propia vida.

"Deseándole suerte en su futuro profesional, le saluda atentamente."

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