unos dedos que observan
unos oidos que preguntan
y unos labios que contestan.
Desde esta infinita atalaya
veo una flor
que de embriagadores suspiros
me reclama
con el canto de una sirena.
Desde esta coronada cima,
ni los pájaros, ni las nubes,
nada huye en mi pupila
porque a cada paso
creo cambiado el mundo
y tengo miedo de perderte.
Desde este lejano horizonte
al que me has traído
de la mano
miro al fino y al final
sólo alcanzo a ver
una flor de embriagadores suspiros
por la que quiero respirar.
Desde este cumplido sueño
vuelvo la vista al fondo
y en el fondo nada más
que merezca ser mirado
y retorno a tus pupilas
y en sus mares me sumerjo.
Y si miro más allá
de donde nace la luz
veo el brillo de una luna
tejiendo,
con la calma de mil estrellas,
un nuevo amanecer para mirarte.
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