miércoles, 9 de julio de 2014

Sístole y diástole

Todo tiende a la perfección dual,
a la primaria oposición
entre lo bueno y lo malo,
al desesperante e incierto compás
entre vivir y morir.

Sí,
una vez creé un mundo,
no jugando a ser un Dios y conjugando,
detenido en un latido
el detonar siempre constante de un tiempo
no finito
en la punta de mis dedos inmortales
ese instante
y, a la vez, tan convencidos
de la vejez de su destino.
Sí,
una vez fui un Dios y hoy ya no existo.

No,
nunca pude ser algo más
que la presencia borrosa
de un cantar hecho conciencia
y una conciencia hecha prisión,
con la pólvora incandescente y la bombilla
a medio gas,
con la calma exasperante de una certeza mortal
que se introduce en la memoria
y no permite aflorar
el recuerdo inexistente.
No,
nunca pude más que soñar y hoy ya ni duermo.

Sí,
una vez tomé una vida,
indagando en la materia y no formando,
contenido en la ventana
el vendaval siempre inquietante de un pulso
no sentido
en la esencia de mi boca atemporal
ese momento
y, a la vez, tan consecuente
con el final de todo sino.
Sí,
una vez fui un Dios y hoy no respiro.

No,
jamás siendo otra cosa
quise ser más que la verdad
que nunca he dicho
o el reflejo de una mirada,
con la palabra certera acertando
en su destino
y caminando entre gigantes
poder hallar tu rumbo.
No,
nunca pude dormir y hoy ya ni escribo.

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