domingo, 26 de octubre de 2014

Luto

Como luz que emerge del tañido,
vagabunda sombra que desplaza en su camino
blanca paz serena, emana
y amenaza con subirse a mi destino,
de corceles lleno el saco
para hallarte
galopando a lomos de una alondra
que en girones traza su volanda
y rasgando el aire se encabrita.
Noche negra se ha perdido,
porque el alma dulce ya ha sangrado
cualquier duda habida, cualquier duda,
y de llanto enjuto sumergido
el luto adiós y el muerto vivo.
Caracolas grises sin guadaña
han venido a verme de puntillas
y ese gong que nace en espadaña
reclama propio el hermitaño
ser que habita en mí sin yo saberlo
y que se ha empeñado en ser mi daño,
dueño de mi espíritu, cadenas,
chirriando cada verso y cada paso.
Noche negra se ha vencido,
noche de brilladas y de esperas,
noche
que ahora ya se ha vuelto eterna
pues, de negro, albor se ha contagiado,
nunca volverá de donde vino.

Mamá

Demoras
tu tiempo y dilatas
las horas que pasas jugando conmigo
que cantas y ríes
y riñes y sanas.
Te quiero, mamá.
Reduces
tus penas al llanto que atrapan
tus cálidas manos
y aguantas
mis gritos de rabia.
Te quiero, mamá.
Reposas
mis nervios y los sufres
tuyos, sin serlo,
y no pides nada, ni gracias,
ni besos.
Te quiero, mamá, te quiero.

Amanece de momento

Cada día al despertar,
amanecer salpicado de nubes,
alba sangrante desata
lágrimas porque no estas.
No tengo mañanas, ni edad
para contar otra vez,
ni aliento queda en el alma
que quiera volver a luchar.
Nada queda del valor
que anoche quiso surgir
escondido entre mentiras
y figuras de violín.
Nada de la esperanza
que ayer se despidió de mí
alejada entre cabriolas
y trocitos de jardín.
Nada hay de aquella fe
que soñó historias sin fin,
la vi llorar tu ausencia
y al abrir los ojos la perdí.

Deseo un deseo

Sólo necesito que me abraces
y me digas
que me quieres
aunque sepa que es mentira.
Sabes que no pido
nada raro
que yo ya he puesto mi vida
justo en medio de tus manos.
Dime que vendrás
que volverás
que te tendré
que moriré
entre soles y caricias
entre besos y sonrisas
entre mil noches sin día
en la luz de tu mirar.
Dime
que los sueños
son la vida
y la vida nuestros versos
y los versos
la alegría de tomarnos
sin hablar de otro final.

Consentidos

Sientes
que el azul del mar se ha vuelto verde
que la soledad te ha destrozado
que tu verdad ya se hizo fuerte.
Siento
que a cada momento me oscurezco
que en cada batalla siempre pierdo
que mi sencillez ya se ha hecho tedio.
Sientes
que el amanecer no es más que un tiempo
que el atardecer no es ni un momento
que el anochecer ya no trae sueños.
Siento
que ya no nos quede ni un recuerdo
que ya no seamos ni un silencio
y que ya no importen ni los besos.
Sientes
que ya no te llevo dentro
y no ves que lo que siento
es que lo has dudado siempre.

Lienzo

Colores reprochados
entristecen la gélida soledad
y acaloran el blanco luto.
Retazos de una voz que se ha callado
brotan en figuras y retratos,
flores, bosques y bosquejos
danzando al son de sus encierros,
calmando la sed de un calendario
que esgrime su pureza con extraño
y rinde un culto incierto
al desencanto.
Colores escupidos
adornan la última distancia
y coronan la mente en blanco.
Paisajes de una vez que se ha estrellado
nacen en solares y lunares,
bustos, gustos y disgustos
volando al viento de suspiros,
poblando la sombra de un solitario
que entrega su dolor, incluso, al daño
y deja un vano abierto
por si acaso.
Colores definidos
inventan el deseado mundo
y hacen que perder no sea tanto.

En blanco

Ahora,
abandonado el don de la palabra
al mismo silencio,
a su eco,
cederá,
porque el tiempo así lo dicta,
y romperá los tímpanos,
y la garganta,
con su quedo hueco
y su volumen mudado,
no tiembla ya, su timbre
sangra,
y emite un ruego ciego
sin nostalgia.

Como siempre

Del amanecer,
apenas el nombre en su recuerdo
nostálgica melancolía
que empuja el sueño,
arrastrando los deseos
y las ganas amargas
que rotas entre sábanas torcidas
descubren que la noche
no ha servido para hallarnos.
Del anochecer,
constante delirio de esperanza
que tristemente el tiempo,
con su omnisciente inquebranto,
siempre pierde
y siempre alcanza
las notas que dejamos en la almohada,
nunca  escrito el llanto,
de aguasal siempre manchadas.

De la mano

Paseo
por la orilla de tus besos,
buscando
la palabra oculta en mi silencio,
por donde anhelo sentirme,
de tu deseo,
el secreto.
Recreo,
en todo rincón de mi nocturna
ronda que a tu cama
me ha llevado,
un misterio desvelado
y una flecha hecha con tiza.
Sueño
despertar en tu jardín
maullando a la luna,
triste,
por no haber despertado antes
y ronronear en tu regazo.
Verso
con los colores que me has dado,
con la tinta
que he sentido,
cruces de labios y sal,
de tu mirada huida,
y en mi boca
prendida.

Noche de esencias

Despiertos sentidos
volando,
sin rumbo y sin señas se van
del nido
emboscados entre fragancias de otros seres,
otros mundos
y otra edad.
Despierta el sentido.
Durmiente sigilo,
apodado tiempo, se me agota,
llama mojada y papel de lija,
tu ténue luz ya se hace franca
y no alcanzo a recorrer nuestra distancia.
Despierta el sentido
mientras duermes.
Boca enjuta
y enjugar de lágrimas,
llanto que a la nube se le escapa,
perderse entre los mares ya no toca
besar su espuma,
sí,
besarla cuando explota
entre acantilados
y murallas
de riscos gráciles y lapas.
Despierta el sentido
mientras duermes
y duerme el sueño
mientras vivo.

Caperucita

Lobo
disfrazado de lobo
con coraza,
acorazado que prende
la llama
del esquilo atrapado
entre sollozos,
ruegos
y lamentos.
Llanto
trotón que campa
a sus anchas,
enormes batallas le acechan
pastando en calma
su mirada.
Vara de espuma y sal,
cicatrizante se expresa
la lanza
que un día apuntaba maneras
y hoy se retuerce en vergüenza.
Miedo,
dolor y daño en uno,
sentir y hacer en uno,
sufrir y amar en uno,
y en uno sólo todo
se enfrenta al camino
y al decidir su destino,
siempre recurrente error,
el lobo guía,
el cordero mata
y muere el pastor.

Existencia

Fragancias
purpuradas de celestes melancolías,
evocan estrellas que se fueron
y anuncian silencios de mentiras.
Rota la nada,
abierto el pecho a la inocencia
ronda, la mano abierta,
palpando con sus ojos ciegos
para no tropezar con la vida.
Soles que sangraron
entre rosadas de montes
y nubes taciturnas,
alegres han sufrido
y muerto sin agonía.
Otra hora
que lamentar sin ganas
ha de pasar por tu vera
y perderse sin dejar huella.
Sones que reflejaron
entre moradas de mares
y olas sempiternas,
respuestas han gritado
y mudos sin noticia.
Hecho el todo,
entregado seso a la inconsciencia,
besa, boca encarnada,
golpeando con su labio hueco
para no dormirse en la alborada.
Perfumes
asombrados, de universos coloridos,
me entregan ansias que volvieron
y una pasión que nunca ha sido.

El beso

El beso...
Ese pequeño mordisco a la vida.
Ese trocito de esencia de alma que se respira.
El beso.
Tus labios.
Mi cama.
Aroma de nieve
que se destapa en la alcoba,
hipnótica veleta
que me devora,
roncar de almohadas
y cabezas
que se funden entre risas y tormentas.
Sabor de amargo
despertar,
lucida sombra que entrelaza
avatares sin nombre
y sin tristeza
y nombres sin rango
ni nobleza.
El beso.
Tu tiempo.
Mi inconsciencia.

Otoñando

Mojado espacio
del viento arrojado,
artes luceras se afanan
por llorarte
sin saber que el nombre de tu pena
se ha olvidado.
Salado tiempo
del cielo callado,
cosechas de hambre se vienen
a tu vera
sin saber que el nombre de tu distancia
se ha escapado.
Maldito.
Llorado amor
del mundo apagado,
sombras de nada se asoman
entre rejas,
sin saber que el nombre de tu presidio
se ha enterrado.
Maldito,
doliente mar de estrellas fundidas,
quebrando la paz
y la dicha desteñida,
meces en tu regazo una calma
serena,
y fundes el crisol
que te ha dado vida.

Acopladas

Calidecer de aromas
escondidos,
esencialmente
despiertos en tu regazo,
acunando los templados nervios
y sueños,
quedan tantos por cumplir,
temidos en su destino arrastran
la pasión que se hace firme
y que se agolpa,
perfectamente acompasados
me llevas de la mano hacia el camino
y cruzas mis sentidos con los dedos.

Lánguida luz

Acurrucada
en un rincón de mi pecho, flota,
entre cicatrices y tiritas,
una luz serena
que mis noches prende.
Arrepentida
en una oscuridad dormida, sueña
con el alba de su encuentro
y el dolor de aquel momento
que el atardecer se lleva.
Aletargada
en una soledad, acompañada
de silencios que hacen eco
y de sus sombras,
danzando sobre roca incandescente.
Así vive la luz
que asoma en tropel cuando me miras
que entrega al viento
sanguíneas formas y fugaces
olas de sed que mueren vivas.

Desglose

Del ahogo
pordiosero del mundo
en que vivimos, nace
la eternidad ausente de un desatino
que brota de las ansias de saberte
tal y como eres,
como fuimos.
Nada,
de costa a costa entre los riscos,
de sol a sol entre borricos,
de pulcra suciedad en mi camino
y árboles de estrellas
por destino.
Seda desatendida
en el armario,
noches que alba blanca me despiertan,
dulces de algodón lleva mi escrito
y nadie a quien saciar,
o eso me han dicho.
De la nada
queda huido
el todo lo que han visto los vecinos
vientos que surcaron firmamentos,
y aun dolido queda el nicho
al que hogar, dulce hogar llamo,
y el destino.

Voz

Voz,
recorrida entre senderos tu palabra,
recogida entre algodones tu sentencia,
embebida en sed de miel
y de nostalgia.
Voz,
cubre mi rostro con tu tela
tejida en seda de amargura
de haber callado
y decir nada.
Voz,
acudes a mi llanto y me fascinas,
asistes a mi duelo y me das vida
de sueños sin soñar
y de alegría.
Voz,
rasgando el aire con tu tinta
llenas de versos mis pupilas,
alza los brazos y castiga
a este estúpido que mira.

Espera

Espera,
fuego que derrites los segundos de mi tiempo,
aire que se lleva la distancia,
flor que envenenada me hace falta,
espera,
esa calma insana que acompaña
los delirios sobre muerte que me arrastran
de sol a sol y con la luna
negra el corazón la tinta sangra.
Ni aun me sale un nombre
a la voz que recordarte
y la cama,
enredada entre mis sueños,
revoltosa,
se apodera de tus versos,
y me llamas,
con la voz de tu mirada,
y te espero
cada vez que tú me extrañas.
Espera,
que haces tanto sin saberlo.

Luna lunera

En la calle vacía
tu nombre resonaba en las sombras
y escuchando a la luna
duchando su luz la esquina
volaba de charco en charco
en busca de tus pupilas.
En la calle perdida
de aquellos besos dormidos
en el tiempo
se volvían promesas
que una noche cumplida
llenaron de sol y vida.
En la calle prohibida
calado de amor espero
y me callo
y te llamo en secreto
y me escuchas sedienta
y de nuevo te canto.

Quede el destino que quede

Que del destino quede
el camino recorrido
en ambos sentidos con nostalgia
sabiendo que lo andado
no se vuelve,
como un río,
por más que me he empeñado en remontarlo.

Que del silencio quede
el poema recogido
en ambos lados de la cama
sintiendo que lo dicho
no ha pasado,
como el tiempo,
por más que me he ofuscado en recordarlo.

Que del sentido quede
el abismo ennegrecido
en ambos nichos de la pena
soñando que lo huido
no ha servido,
como el duelo,
por más que me he obcecado en retenerlo.

Me muero

Me muero
por tener esas palabras
que no han venido cuando las quise,
por atrapar el momento
exacto en que la noche me trajo
un sueño de esperanzas truncadas
y de sentimientos anulados,
por anudar en una tela de trapo
el trozo de piel que me he arrancado
con tu nombre,
el hueco del alma que me ha quedado
y el vacío corazón que ya no sangra.
Me muero
por hacer el viaje sin maleta,
sin destino, sin certeza.

Tan solo me muero,
ya que la distancia de los rencores y las mentiras
no ha de ser cruzada,
ya que la melancolía de los reproches y los insultos
no ha de ser trazada,
ya que la esencia de la ira y del fracaso
no ha de ser escrita.
Tan sólo me muero,
ya que el tiempo de la vida
se me ha quedado en tu retina.

Gota de arena

Gota de arena
cristalina, se extiende en mi morada
sed, de ansiado tacto que se cierra
antes de abrir esta distancia.

Haces de luz
oscura, se acercan a mi hora
dada, tiznando con su calma
la prontitud de este mañana.

Una resaca de mares
se agolpa frente a mi ventana,
soñando, mi destino envenenado,
teje su maraña en mi almohada.

Dos veces he pronunciado
entre suspiros tu nombre,
una herida que no calla
y una muerte que no viene.

Subo, he subido y sumido
quedo presa de tu nada,
sumo, sumido y asumo
y me adentro en la nostalgia.

Noche de vela
enojada, se cierne sombra negra
en cabecero, deseosa de sentir el roce
del olvido en tu recuerdo.

Nada hay sino el silencio,
todo lo que el tiempo se ha dejado,
raudo vuela hacia un momento
en que ya no quede ni el lamento.

Lo que queda

Queda ya
solo el silencio de mi boca pronunciando
tu grito en el oscuro de un sereno
aire que nunca ha estado
y se ha perdido,
lejos del rumor de tus encantos.
Queda atrás
roto en el suspiro de un lamento
eco de un tictac enamorado
que ha de andar lo desandado
por morir donde vivía.
Queda en si
y no perdona,
queda así
y no blasfema,
queda en ti
y aquí se queda.

Madianoche

Horas pasan de la nada
y las brujas y fantasmas se han dormido
y la noche que ha quedado
suspirando cuelga del olvido.

Hoy despierto
enredando los sueños en tus besos
y versando mi almohada con la luz
que atraviesa a cuentagotas la ventana.

Alma abierta,
decorada con jazmines y amapolas,
tu aroma lleva, sopla brisa,
ansias de tenerte en mi retina.
Dejo que escapen los deseos
y hagas con mi pelo tus sortijas,
llego hasta tus labios con los dedos
y abro un poco más esas rendijas.

Siento que sueño
que aun no he dormido y quiero
volver a despertar en tu destino
y ser el caminar de tu sendero.

Horas pasan de la nada
y las brujas y fantasmas ya se han ido.

Ensoñaciones

Dormir me hace soñar, soñar me impide vivir, vivir me hace pensar, pensar me impide morir, por favor, arrópame por última vez.

Abrazo

Noche quebrada
luna en día,
sangre que roza la agonía
del despertar en la ventana
y de los sueños la morada.
Somos uno, tú y yo
y ninguno
que de la muerte nos viene el olvido
de sabernos siempre vivos
de sentirnos y sufrirnos.

De tus labios

Del grana de tu boca surgió mi nombre
y me diste vida.
Del dulce soplo de tus labios llegaron mis risas
llegaron mis cantos,
volando entre sueños
y saltando a tus brazos.
Del tacto leve de tu mano
el vino purpúreo de mi sangre
y el calor que me abrigaba entonces.
Ahora de todo queda el recuerdo,
queda la vez que fue y no ha sido,
queda lo que entre medias no dijimos
y lo que pudimos dejar sin decir.
Ahora de mi alma he perdido
la voz, la esencia y el miedo,
ahora no queda ni nombre, ni camino,
nada queda por venir.
Del grana de tu boca surgió mi nombre
y me diste vida.
Ahora,
del negro de tus ojos cautivos,
surge el llanto que me la quita.

De lo que hablamos

De cuanta angustia hablamos, de cuanto dolor y sufrimiento
De cuanta mentira que desdeñamos
Tratando de encontrar nuestro momento
De ti mi amor te pido el cielo
Y solo me contemplas con ausencia
De mi me pido darte las estrellas
Y apenas una misera cerilla
Llevo a la palma de tu mano

Sólo una vez

El tiempo no lo cura todo, en ocasiones existe una barrera invisible que va soportando el paso de los instantes, cual presa, y, con sólo un segundo de más que llegue, se desmorona toda la impotencia y la agresividad contenida.
Los vecinos del cuarto, sentados en la cocina cenando una sopa, supongo que sea de verduras, una pareja de ancianos que siempre sonríen al entrar en el ascensor y preguntan el piso al que voy, y siempre les respondo con la única sonrisa que he aprendido a mostrar, una de esas que apenas muestra sentimientos pero que con el paso de los años he logrado evitar que muestre desprecio, una sonrisa plácidamente neutral. Al quinto, gracias.
El aire cálido de esta noche de verano silva en mis oídos un triste blues de despedida.
La mujer del tercero, afanada en sacar brillo a unos platos que no dan más de sí, como ocurre en su matrimonio, seguramente espera que vuelva su marido, de tomarse más de lo debido, o de pasear por esas calles de mala fama que hay en cada ciudad.
La calle está vacía.
Los estudiantes de segundo tienen una especie de fiesta, como siempre, todas las luces de la casa encendidas, todas menos las suyas, que se han consumido con tanto alcohol y tanto videojuego. Retumba en los cristales alguna de esas nuevas invenciones "tecno musicales", con muchos gritos distorsionados.
Llega un zeta de la policía chillando y frena en el portal.
Una paloma enfermiza, con el cuello desplumado por alguna de esas enfermedades que porta, y con las patas hechas muñones por haberse posado en asfalto reciente, sale volando del alféizar de la oficina del primero. Nunca he sabido bien qué tipo de asesores trabajaban aquí, pero sus consejos no podían ser muy buenos si ha quebrado la firma.
Golpeo el suelo con estrépito delante de la pareja de jóvenes policías, en mi opinión un poco novatos, y todo desaparece, no quedan recuerdos ni angustias, no queda miedo ni rabia, la sangre que brota de mi cuerpo borra las señales que él dejó en mí.
Por cierto, arriba, en el quinto, el piso del que he llegado, quedó la luz encendida, por favor, cuando saquéis los trozos de mi marido, apagadla.

Ama de casa

Para que no se enteren de que me he marchado, dejaré recogida la cocina, haré las camas y plancharé la ropa que sigue en el cesto desde el jueves. Para que no pasen hambre, les dejaré la cena lista en el microondas y algún postre en la nevera. Para que no discutan, les dejaré una nota junto a los mandos de la tele y volveré, cada noche mientras duermen, para ver que les va bien. Para que no me olviden, rociaré con perfume la funda de mi almohada y, para que no tengan que limpiar, procuraré que mi sangre no salga de la bañera.

La vergüenza

Me acerco y anoto sus nombres en una libreta.
La fría habitación está llena de los cadáveres de un accidente, causado por un conductor borracho que se estrelló contra un autobús.
Busco al culpable para los sucesos del diario local en un mar de pies, hasta que doy con un nombre que me arranca el lápiz de la mano. Tembloroso, recojo el lápiz y me incorporo y miro la sábana bajo la que se oculta el rostro de la vergüenza.
Me acerco y retiro el sudario. Alguien me está mirando desde arriba, anotando mi nombre en una libreta.

Comienza bien el día

Bicho gafoso de mierda, estúpido animal transmisor de desgracias, por tu culpa cambié de dirección bruscamente y pasé bajo la escalera de un técnico electricista al que se le cayó un destornillador.
Quizás la negrura inquietante de tu alma me hubiese cubierto con su peligroso manto funerario y ahora fuese tarde para cualquier rectificación de mi destino, sin embargo, un salto ágil me desplazó, en el tiempo, lo justo para escapar de la guadaña, con la desgracia de tropezar, en mi hégira, con un retrovisor que reventó en mil pedazos al caer al suelo.
Menos mal que hoy pisé una buena mierda.

Solsticio de verano

Ni subido a una escalera conseguiría besarte, tan altivo, tan dominante, tan seguro de ti mismo, y con la lujuria hirviendo en cada partícula de tu ser.
Apenas soy tu siervo, recostado sobre el mundo, y tú que me devoras carne y alma, que me condenas a tu devoción inquebrantable, que me rindo a tus pies y a tus caricias en un juego al que sólo sabes ganar, mientras duermo, mientras vivo o mientras musito alguna canción que escuché en la radio, tumbado sobre la toalla. A veces me haces daño, pero hoy, hoy me desnudo ante ti para que calmes un invierno demasiado largo.

Una noche sin destino

Recuerdo el ayer, el primer día, recuerdo el parque y que creímos oír una canción de Whitney, que tiritaba de frío y tú de miedo, recuerdo el abrazo y lo demás. Pero hoy nada es lo mismo, nada queda de aquella verdad, hoy todo es mentira, traición y descuido, hoy soy la persona más culpable del universo, y, sin embargo, hoy he recuperado mi escudo de mentiras, debí dejarlo anoche sobre el trapo y, al secar las dos copas, cayó.
Mientras recoge el anillo, mira el reloj y respira, aun llegará a tiempo, al aeropuerto, a buscarte.

Arañando el sueño

Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina, advierto una rendija entre los azulejos por la que se ha vertido una porción infinita de mi tiempo.
El encargado grita, con su habitual gesto de superioridad, para que limpie los restos de lo que debía ser un pedido que ya iba retrasado.
Por primera vez, en toda mi vida, le ignoro y me inclino para buscar esos años que se han perdido. Noto un soplo de aire cálido bajo el suelo. Araño los bordes de cerámica y siento cómo empiezo a fundirme por la punta de los dedos. Tomo aire, frunzo el ceño y limpio la pizza del suelo.

sábado, 25 de octubre de 2014

De aquello

Una palabra y,
entre la verdad dicha,
la burla de un destino que no muere
y siempre acaba en mi camino.

Una mirada y,
la fugaz sal que comprime,
cristal líquido y reproches,
desgarra y mata.

Una caricia y,
la pasión y el sentido
que entre los dedos se pierde,
un roce que no abrasa.

Ya ni los silencios se callan,
ni las miradas
se reúnen en futuros intangibles,
ni las manos se abrazan
al pasado,
ni nada.

domingo, 19 de octubre de 2014

Todo es nada

Hoy he de poner 
mi vida en tu retina y dejar 
que la imaginación nazca de nuevo;
he de poner el sol 
de nuestra parte 
y voltear el cielo hasta que llore 
estrellas en la noche; 
he de soltar 
la brisa del oeste 
para traer susurros de otros mares 
y besos emigrantes.
Hoy he de hacer 
todo eso y lo que falte 
y, aún así, 
sabedor de la distancia que ya existe, 
lo haré 
mientras la muerte no me alcance.

sábado, 18 de octubre de 2014

Decidido

Si decido subirme, si sólo ahora decido subirme, si decido subirme solo ahora, entonces, quizás, descubra que nunca he estado aquí, que nunca he existido para este lugar, que ni sombra, ni rastro, ni fragancia hueca deja mi ser, ni apenas un halo de vapor en la ventana que he abierto, ni la postrera huella en el alféizar.

Si decido sentarme, ni las palomas que me han visto lanzar migas de pan me llorarán más que yo mismo, ni las palabras que hoy me dejo me acompañarán a donde vaya, ni el silencio compañero velará mi despedida.

Si decido volar, tan sólo el tiempo de los niños, retrasado hasta el futuro, hará de mi pasado un desempeño que niegue la certeza del suicidio y abra la puerta al desconcierto.

Si decido irme, seré la última persona en reconocerlo y la primera, que sin saberlo, entenderá que la nostalgia no se larga por desearlo, que la tristeza no se pierde en el tiempo, que el olvido nunca llega a la memoria y que la pena que te rompe nunca cesa.

Si no decido morir, nunca leerás esta carta.