viernes, 13 de mayo de 2016

...ni sé.

El aire húmedo de la mañana se ha llevado el murmullo de las mariposas y el trino de las avecillas y, en su lugar, ha dejado el desgarrador silencio de la desolación, diluido en un vaivén de lágrimas y trazos heridos.
El alba llega al bosque pero no la vida.
Las verdes copas de los frondosos árboles de ayer, que jugaban a acariciar la brisa con sus hojas, que cantaban al sol sus travesuras y escuchaban a la luna su canción de cuna, hoy yacen esparcidas sobre el suelo, y sus erguidos troncos, en nostálgica procesión, elevan, al cielo gris y esquivo, su plañida miseria, sin risa, sin canto y sin nada.
El bosque muere, o quizás se durmió soñando con estar vivo.
El agua mansa que una vez fue su alma, su madre, su amante y su hermana, recoge el dolor del tiempo derretido y refleja, en su quietud solemne, la tenue luz de unas sombras que no existen.
El bosque se ha perdido entre el tiempo.
Ayer, el bosque no era bosque, era vida, era alegría, era dolor, melancolía, verde fértil y dorados, brillos plata y ruidos claros. Ayer el bosque pronunciaba mis latidos con sus labios.
Esto era ayer, hoy ni sé.

(inspirada en una obra de +Yolanda Pascual)

jueves, 5 de mayo de 2016

Maldito

Maldito juego de máscaras en el que se ha convertido el mundo, donde quien eres no depende de tu existencia sino de tu apariencia, donde tu nombre ha pasado a mejor vida y, cosas de la informática, puedes cambiar de sexo, religión, estado y todo lo que se te antoje, con el único fin de envolver, en seductora nocturnidad, tus esencias, tus valores y tus verdades.
Maldito dominio de las masas sedientas de sangre y despojos, maldito mar de furias y reproches de desconocidos, donde es tan sencillo defenestrar como malinterpretar, donde las vergüenzas se exhiben con alegóricos panfletos en busca de una paz mental que no llega ni a base de opiáceas opiniones.
Maldito extraño en el que me he reconstruido, injertando bíceps de culturista y neuronas proactivas de intelectuales sepultados, cosiendo corazones de otros reinos y llenando mis bolsillos de las bísceras de cualquier ente entronado y, por tanto, renombrado.
Maldito yo y maldita mi ignorancia, maldita mi desobediencia y mi falta de miras y, por supuesto, maldito el momento en el que todo esto me parecía simple, porque entonces no sabía nada de lo que ahora entiendo.