lunes, 6 de junio de 2016

¿Cuándo hemos olvidado nuestra esencia?

Hay momentos para todo, incluso para claudicar ante una decisión que puede perjudicarnos, sin embargo, corriendo los tiempos que corren, lo que me preocupa es que parece que nuestra esencia, nuestras victorias pasadas, nuestro empuje y nuestra determinación han pasado a mejor vida, o, dicho de otro modo, se han sumergido en un mar de dudas, miedos, vergüenzas y desesperaciones; tanto es así que nuestra vida ya no es nuestra, nuestras decisiones son fruto de cubrir una "responsabilidad social" que penetra hasta nuestra médula, haciendo que una respuesta distinta a la "exigida" pase por simple locura, prepotencia o cualquier otra denominación que apague cualquier atisbo de inteligencia individual.
Hay momentos para todo, sí, menos para dejar de ser nosotros mismos, de valorar nuestra trayectoria, nuestra resolución, nuestras habilidades y nuestras debilidades, las cuales conforman un todo, lleno de suficiente potencial como para dedicarnos una sonrisa cada mañana, ante el espejo.

"ADIÓS"- rezaba una nota en la puerta de la nevera.

Hay momentos para todo y, sin ir más lejos, aquel había sido uno de ellos.

Tal vez no fue un momento bueno, uno oportuno, sino, simplemente, había sido uno de esos momentos que nadie se espera, una de esas decisiones que rompen la monotonía de una desquiciante vida vulgar, en un edificio situado en un barrio vulgar, lleno de personas vulgares, entre las que se encontraba su marido, quien, ahora, prestaba declaración a la policía, siete pisos por encima de un cadaver aplastado contra la acera.

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