miércoles, 15 de junio de 2016

Esperando

Aquí estoy, recostado en la orilla de una hermosa y desconocida playa, con el sol de un amanecer rosado acariciando mis pensamientos y el rumor rítmico del oleaje meciendo mis sentidos.

Frente a mí se extiende un infinito mar de dudas en el que ya me he sumergido antes, bañándome en sus aguas de incertidumbres profundas y de miedos insondables, dejándome arrastrar por la melancólica llamada de unas sirenas imaginadas y perdiendo la cordura en un deambular caótico a la deriva.

Recuerdo haber venido de aquel horizonte, ahora sereno y despejado, y recuerdo también haberlo visto llegar a mí sin previo aviso, cargado de relámpagos y centellas, bramando toda clase de violentas explosiones y llenando mi razón de oscuras embestidas y remolinos que trataron de hundir mi destino.

Aquí estoy, detenido en un instante de paz, escuchando el canto de las hambrientas gaviotas que galopan los cielos en busca de su libertad, esperando a los pies de mi tiempo, tratando de comprender si he llegado al final del camino o todo ha de volver a empezar con otro viaje, a través de otros mares y sus tempestades, hasta llegar a otra orilla en la que descansar, mientras un sol sonrosado quiera volver a madrugar.

De pronto las gaviotas se han callado.

Entre los huecos de silencio que dejan las olas, oigo unos pasos amortiguados por la arena. Alguien se acerca, despacio, sin ninguna prisa, casi parece que no me ha visto.

Cada vez oigo más cerca el sonido de esos pies que caminan absortos en sus propios pensamientos, mostrando una completa indiferencia hacia todo lo que les rodea. La arena suena y empieza a vibrar con cada nuevo instante en el que mi quietud se ha de encontrar con su camino pero, en el último momento, advierto que su rumbo no ha de llegar a mí.

Pasa a mi lado sin inmutar su compás y sigue su marcha. Tal vez no sabía que me buscaba y por eso me ha dejado marchar.

Aquí estoy, dejando que me abrace la marea y se lleve mi tiempo, en su regazo, para hacer, de mi sino, un eterno devenir en busca de unos ojos que decidan parar sus pies y sacarme de este silencio embotellado.

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